El Nilo, uno de los grandes ríos del mundo, comienza su
viaje de forma espectacular, lanzándose en un salto por una ancha grieta de 7
metros, creando una explosión de agua blanca. Es el flujo natural de agua más
poderoso del planeta y la roca, de hecho, tiembla con la fuerza de su caudal
para caer, 40 metros más abajo.
Aquí llegó en 1864 el matrimonio Baker, Samuel y Florence,
en su busca de las fuentes del Nilo. Fueron los primeros europeos en ver esta
catarata y le pusieron el nombre de Roderick Murchison, que en aquella época
era el presidente de la prestigiosa Royal Geographical Society londinense. El
nombre lo quiso cambiar el dictador Idi Amin, renombrándolo como Kabarega Falls,
en reconocimiento a un antiguo rey de Bunyoro, uno de los antiguos reinos que
alumbraron la actual Uganda y mandó construir un puente sobre la garganta del
río en 1962 que fue devorado por sus aguas en tan sólo una año. Un triste pilar
recuerda su existencia en la actualidad.
Destacar el papel que en aquella época, las
esposas de los exploradores tuvieron. Baker, Livingstone o Burton, viajaron en
compañía de sus esposas, aunque estas se mantuvieron siempre en un segundo
plano. Samuel Baker fue el primero en viajar con su mujer, haciendo oídos
sordos a las críticas porque aún no estaban casados. Era una joven de origen
húngaro que con el lema "donde tú vayas, iré yo" siguió a Baker al
corazón de África. A su regreso, Baker, tratado como un héroe, reconoció que
"sin el aliento y los ánimos de mi mujer, no hubiera encontrado el lago
Alberto". Sin embargo, la sociedad puritana de la época siempre mostró su
rechazo a la mujer que lo había acompañado sin ser su esposa. La propia reina
Victoria se negó a recibirla y tachó su comportamiento de "pecaminoso e
inmoral". Tras su aventura, Samuel y Florence contrajeron matrimonio. La
reina Victoria nombro a Baker caballero pero no invitó a su esposa a la
ceremonia de investidura. El siempre
destacó su labor.
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