Puede que, al leer el título, creas que se trata de una
entrada técnica de formación fotográfica. Pues no, aunque… mirándolo mejor,
puede que sí. Aquella fría mañana de finales de septiembre nos encontrábamos
por tierras canadienses. Tenía muchas expectativas depositadas en nuestra
visita al Parque Nacional de Jasper y en mente, un encuadre bastante popular,
de los que llamamos… grandes paisajes. La tarde anterior estuvimos buscando
localizaciones y nos decidimos por un pequeño rincón cuyo escondido acceso a
través de un precioso bosque parecía ideal. Tan sólo un escaso montículo de
piedras permitía colocar de forma relativamente segura, el trípode y a su
fotógrafo. Marcado el punto en el navegador, conducimos nuestro vehículo de
alquiler en plena oscuridad y al llegar a nuestro destino, relajado, empecé a
preparar el equipo junto al maletero. De repente, aparece un coche a gran
velocidad que frena bruscamente a escasos metros del nuestro, sacándome “de
golpe” de mi estado de relajación. Tras la brusca frenada un hombre, trípode en mano, sale y corre hacia el interior del bosque. Me quedé helado… hacía frío
pero no tanto. Minutos después, aquel individuo se asoma entre los árboles con
cara de felicidad y… “relajado”, contento de su capacidad de reacción. Tras su
carrera, abre el maletero y se dispone a preparar el equipo, me mira y
educadamente me suelta un “Good morning”. Ingenuo, comienzo a caminar hacia mi
“rinconcito” y los peores presentimientos se hacen realidad: el montículo de
piedras, colonizado por un radiante trípode y su cabezal panorámico. En escasos
segundos aparece de forma apresurada (segunda carrera del día), mi nuevo amigo
fotógrafo, dispuesto a ocupar su posición. Tras unos minutos de reflexión
decido comentar la jugada y ofrecer la posibilidad de compartir algunas
“piedras” para que pudiese colocar mi viejo y pesado trípode. Con una sonrisa
de oreja a oreja me comenta que él, realiza fotos panorámicas y en esa posición
le estropearía el encuadre… manda huevos.
No era plan ponerse a discutir. Las primeras luces asomaban
por el horizonte y no quería perder aquella jornada así que…caminé por la
orilla del lago, alejándome e intentando descubrir un segundo punto donde poder
abrir el angular. Lo encontré, no sin antes descalzarme y cruzar con el agua
helada hasta las rodillas. Fue un fantástico
amanecer, lleno de magia fotográfica, un deleite para los sentidos y una
pequeña reflexión: no dejéis nunca que vuestras ansias fotográficas os
conviertan en agresivos competidores. Al final, lo que queda por encima de todo
son las experiencias vividas, los momentos inolvidables, las buenas compañías.
Estos son mis mejores deseos… feliz año amigos.
Qué bueno! De película...
ResponderEliminarYa no solo hay que localizar el lugar previamente y dormir en las cercanías para estar a primera hora si no que hasta hay que coger número jjjjj...
Saludos desde el norte.
WoW! Just stunning landscape photography
ResponderEliminar