Y ya no sé cuantos llevamos. Una nueva decepción para los
fotógrafos que, año tras año esperamos con ganas una paleta de colores que
parece que nunca volverá. La palabra “veroño” ,término que resulta de fusionar
verano y otoño ya es un vocablo habitual en redes sociales y resume la
percepción generalizada del cambio que estamos viviendo. El tiempo veraniego
está ganándole la partida al otoñal durante la primera mitad del otoño
astronómico, aquel que se extiende desde el equinoccio de septiembre hasta el
solsticio de invierno o de diciembre. Este comportamiento, hasta hace poco
anómalo, lo estamos disfrutando/padeciendo con relativa frecuencia en los
últimos 10-15 años. Ya no es solo la impresión personal (subjetiva) de cada uno
de nosotros. Científicamente, puede afirmarse que tanto el otoño como la
primavera se están difuminando, adquiriendo cada vez unos tintes más
veraniegos. No es algo observado solo en nuestro ámbito geográfico; se trata de
un fenómeno a escala global, algo que encaja bien en la fase cálida actual del
planeta.
Para entender porqué empiezan a ser frecuentes los días con temperaturas por encima de los
30 ºC en la segunda quincena de octubre, hay que hacer algunas consideraciones
acerca de la dinámica atmosférica. Lo normal en verano es que el aire frío de
origen polar se retire hacia latitudes más altas, pasando a dominar las masas de aire cálido de origen
subtropical, generadas por el gran “horno” sahariano. Los picos de calor típicos
de la canícula tienen lugar como consecuencia de la invasión, desde el Sáhara
hacia el norte, de “lenguas” de aire cálido (conocidas en Meteorología como
dorsales), que abrazan en parte o en su totalidad la península. Cuando la
situación es más persistente de lo habitual, tenemos lo que se conoce popularmente
como una ola de calor. Con la llegada del otoño, la reducción progresiva de la
insolación en nuestro hemisferio induce cambios importantes en la circulación
atmosférica. Lo normal es que el aire frío de origen polar comience a desbordar
hacia el sur, limitando las incursiones hacia el norte del aire cálido
subtropical. Cuando esto ocurre, empezamos a percibir el final del verano. Esta
transición del verano al otoño no es suave, sino que viene caracterizada por
grandes oscilaciones térmicas. Los veranillos a los que antes se hizo
referencia son el resultado de las últimas resistencias del aire subtropical al
incisivo aire polar, antes de que este gane definitivamente la batalla.
¿A qué
es debida, entonces, la prolongación del tiempo veraniego durante la primera
mitad del otoño, por todos percibida? Parece evidente que ese comportamiento es
consecuencia del calentamiento global. Sus efectos son especialmente acusados
en las regiones polares del Hemisferio Norte, donde la pérdida de hielo es una
realidad, lo mismo que el ascenso que están experimentando allí las
temperaturas. Con este nuevo escenario, a la masa de aire frío de origen ártico
o polar le lleva cada vez más tiempo alcanzar la suficiente entidad para
desbordar hacia el sur de forma impetuosa, doblegando al aire cálido
subtropical. Así las cosas, este último encuentra más facilidades que antaño
para prolongar su estancia sobre la península durante más días del otoño.
Así
que no nos queda otro remedio que mirar con otros ojos y buscar consuelo
fotográfico en nuestra imaginación (fotos realizadas con un único disparo). Una visión diferente para tiempos
cambiantes… ¿verdad señor Trump?.
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