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domingo, 20 de noviembre de 2016

Un veroño más.


Y ya no sé cuantos llevamos. Una nueva decepción para los fotógrafos que, año tras año esperamos con ganas una paleta de colores que parece que nunca volverá. La palabra “veroño” ,término que resulta de fusionar verano y otoño ya es un vocablo habitual en redes sociales y resume la percepción generalizada del cambio que estamos viviendo. El tiempo veraniego está ganándole la partida al otoñal durante la primera mitad del otoño astronómico, aquel que se extiende desde el equinoccio de septiembre hasta el solsticio de invierno o de diciembre. Este comportamiento, hasta hace poco anómalo, lo estamos disfrutando/padeciendo con relativa frecuencia en los últimos 10-15 años. Ya no es solo la impresión personal (subjetiva) de cada uno de nosotros. Científicamente, puede afirmarse que tanto el otoño como la primavera se están difuminando, adquiriendo cada vez unos tintes más veraniegos. No es algo observado solo en nuestro ámbito geográfico; se trata de un fenómeno a escala global, algo que encaja bien en la fase cálida actual del planeta.


Para entender porqué empiezan a ser frecuentes  los días con temperaturas por encima de los 30 ºC en la segunda quincena de octubre, hay que hacer algunas consideraciones acerca de la dinámica atmosférica. Lo normal en verano es que el aire frío de origen polar se retire hacia latitudes más altas, pasando a dominar  las masas de aire cálido de origen subtropical, generadas por el gran “horno” sahariano. Los picos de calor típicos de la canícula tienen lugar como consecuencia de la invasión, desde el Sáhara hacia el norte, de “lenguas” de aire cálido (conocidas en Meteorología como dorsales), que abrazan en parte o en su totalidad la península. Cuando la situación es más persistente de lo habitual, tenemos lo que se conoce popularmente como una ola de calor. Con la llegada del otoño, la reducción progresiva de la insolación en nuestro hemisferio induce cambios importantes en la circulación atmosférica. Lo normal es que el aire frío de origen polar comience a desbordar hacia el sur, limitando las incursiones hacia el norte del aire cálido subtropical. Cuando esto ocurre, empezamos a percibir el final del verano. Esta transición del verano al otoño no es suave, sino que viene caracterizada por grandes oscilaciones térmicas. Los veranillos a los que antes se hizo referencia son el resultado de las últimas resistencias del aire subtropical al incisivo aire polar, antes de que este gane definitivamente la batalla.


 ¿A qué es debida, entonces, la prolongación del tiempo veraniego durante la primera mitad del otoño, por todos percibida? Parece evidente que ese comportamiento es consecuencia del calentamiento global. Sus efectos son especialmente acusados en las regiones polares del Hemisferio Norte, donde la pérdida de hielo es una realidad, lo mismo que el ascenso que están experimentando allí las temperaturas. Con este nuevo escenario, a la masa de aire frío de origen ártico o polar le lleva cada vez más tiempo alcanzar la suficiente entidad para desbordar hacia el sur de forma impetuosa, doblegando al aire cálido subtropical. Así las cosas, este último encuentra más facilidades que antaño para prolongar su estancia sobre la península durante más días del otoño.


 Así que no nos queda otro remedio que mirar con otros ojos y buscar consuelo fotográfico en nuestra imaginación (fotos realizadas con un único disparo). Una visión diferente para tiempos cambiantes… ¿verdad señor Trump?.

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