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miércoles, 18 de mayo de 2016

AMAPOLA (Rosella)


La amapola es una flor salvaje y delicada. Tiñe los campos del rojo vivo de sus pétalos hasta donde alcanza la vista, formando oleadas y surcos que nacen en los bordes de las carreteras.  Su extrema fragilidad, nos hace pensar, que las manos del hombre la asustan. Si la arrancamos, rápidamente se descompone y es, sin duda, su llamativo  color el que nos atrae. Así se convierte en fuente de inspiración para pintores impresionistas como  Van Gogh  (“Campo de amapolas”, 1890) o Claude Monet, que llena de luminosidad su “Campo de amapolas cerca de Argenteuil”(1873).


Siempre se advierte de que no  debemos confundir la Papaver rhoeas, es decir, la amapola silvestre, con la Papaver somniferum (adormidera u opio) que, aunque del mismo género, pertenece a otra especie y sus características son bien distintas. No obstante, tal vez por esa afinidad, la amapola silvestre también se la relaciona con la relajación y el sueño. Esta peculiaridad no la ignoró el escritor estadounidense L. Frank Baum, autor de la novela “El maravilloso mago de Oz” (1900) -más conocida por la película- cuando decide que su protagonista, Dorothy,  se quede dormida en un campo de amapolas.


Es flor de vida eterna para los egipcios, de amor para  los persas, de ofrenda a los dioses para los romanos…Una leyenda más dramática es la que nos proporciona la mitología griega. Se cuenta que la diosa Perséfone, hija de Zeus y Deméter, mientras recogía amapolas en el campo, fue raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, y llevada al inframundo.  Otra historia metafórica y real a la vez, es la que asocia la amapola a la sangre derramada por los soldados muertos en el campo de batalla. La primera observación se hizo en aquellos lugares donde tuvieron lugar las guerras napoleónicas. Las amapolas crecían por estos campos y cubrían de rojo el paisaje en primavera. Pero quien creó y difundió la leyenda de  estas amapolas de sangre fue el canadiense, teniente coronel, John McRae (1872-1918), médico y poeta que participó en la Primera Guerra  Mundial y que, tras el entierro de su amigo y discípulo Alexis Helmer, escribió con dolorido apremio, un estremecedor poema que se convertiría en un recuerdo permanente de los muertos en combate (“En los campos de Flandes”). La composición se hizo célebre y la amapola se convirtió en el emblema de los fallecidos. Así, el día del aniversario del armisticio, el 11 de noviembre (Remembrance Day ,Día del Recuerdo o también llamado Poppy Day ,Día de la amapola), los británicos se colocan una amapola -poppy- de papel, en recuerdo de los caídos en la Primera Guerra Mundial. Con ella también conmemoran a otros soldados que perdieron la vida en conflictos posteriores, como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de las Malvinas o la Guerra del Golfo. Las poppys son confeccionadas por los veteranos y vendidas por representantes de la Real Legión Británica, una organización formada por supervivientes de todas las guerras.


A esta flor silvestre se la ha dotado de todos los sentimientos humanos posibles. Hay mucha magia y misterio en su vivo color rojo, en su fragilidad, en su forma de estar por el campo, en su soledad…. Y quien no ha escuchado la melodía de Lacalle, interpretada por clásicos y modernos (me encanta la versión de Plácido Domingo), sellando nuestros recuerdos : "Amapola, lindísima amapola, cómo puedes... tú vivir… tan sola..."

                                                https://www.youtube.com/watch?v=FV0QPKHmDVE


2 comentarios:

  1. Hola Vicenç, aquí tienes muy buen material y mucho mejor que la que has subido a FN... a mí también me pasa mas de una vez.

    salut
    joan

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