A pesar de
que la explotación de las Minas del río Tinto se remonta a más de 5000 años,
sólo se ha extraído un 15% de sus recursos. Precisamente los subproductos de la
actividad minera parecían ser los responsables de la extrema acidez (pH entre
0.9 y 3) y del color rojizo del río, e incluso se llegaron a elaborar programas
de limpieza y recuperación de sus aguas, que durante mucho tiempo se creyeron
carentes de vida. Pero nada más lejos de la realidad: se han descrito más de
1.100 especies distintas de hongos y un centenar de algas, además de protistas
y bacterias. La actividad bacteriana se remonta a 350.000 años como mínimo. Y
aunque algunos de estos microorganismos se han identificado en otros cauces con
aguas ácidas y metales en disolución, la longitud del río Tinto -90
kilómetros-, así como su accesibilidad y su escasa exploración, ofrecen unas
óptimas posibilidades de estudio, convirtiendo al río Tinto en un enclave
único en el mundo. La contaminación del río no es tal, sino que se trata del
resultado de un complejo proceso de interacción entre las comunidades
bacterianas que lo habitan y el sustrato. Es decir, que es la vida la que ha
modelado y transformado su medio para adecuarlo a sus necesidades, en
lugar de adaptarse a él como sucede en otros ecosistemas ácidos. Además, el
grado de biodiversidad del Tinto no ha sido descrito en ningún otro hábitat de
condiciones similares.
En definitiva, todos los representantes de las
comunidades vivas del río Tinto constituyen sistemas complejos perfectamente
integrados en su medio, y responsables en última instancia de las
características de éste. En ningún caso se trata de microorganismos
oportunistas adaptados a un medio extremo de origen abiótico, en los que las
condiciones vienen impuestas por el ambiente. En esta continua adecuación
del medio circundante, las comunidades bacterianas han promovido la
precipitación del hierro, mezclado con azufre y otros metales, creando un
sustrato muy similar al suelo marciano y muy raro en la Tierra.
En periodos
de sequía, la superficie de muchos terrenos se rompe en porciones delimitadas
por grietas que pueden alcanzar un metro de profundidad. Estos mosaicos áridos
son frecuentes en tierras ricas en arcilla, cuya esponjosidad depende en parte
de su contenido en agua. Las grietas se producen porque la
desecación hace que la tierra se comprima. A medida que las
moléculas de agua se van evaporando, aumenta la tensión superficial entre el
líquido que queda y las partículas sólidas, que sufren una fuerza de empuje que
las acerca unas a otras. El sólido se contrae y a su alrededor se abren grietas
que se propagan por todo el terreno formando un patrón irregular lleno de
ángulos y bifurcaciones, un fenómeno que a los fotógrafos nos encanta explorar.
Stunning photography
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